miércoles, 14 de junio de 2017

Grabado I - Repaso por todos los trabajos



Todos y cada uno de estos trabajos realizados a lo largo de la asignatura de Grabado I, en el curso 2016/17, giran en torno a un mismo tema: La agorafobia y lo que ello ha significado en mi vida. Hace tiempo escribí una entrada hablando largo y tendido sobre dicha experiencia, por lo que no me voy a detener en explicarlo demasiado.
Citando el artículo de la Wikipedia sobre esto:
"La agorafobia es un trastorno de ansiedad que consiste en el miedo a las situaciones cuya evitación es difícil o embarazosa, o donde no se puede recibir ayuda en caso de sufrir una crisis de pánico. Un ataque de pánico o crisis de ansiedad consiste en un cuadro clínico caracterizado por el aumento de la frecuencia cardíaca, elevación de la presión sanguínea, respiración agitada, sudor, sensación de ahogo, mareo, temblores y despersonalización.
El trastorno se genera probablemente por alguna experiencia negativa por parte de la persona, quien al evitar las situaciones parecidas está desarrollando un mecanismo de aprendizaje que hace permanecer el problema."
Durante uno o dos años sufrí este trastorno. Yo para entonces estudiaba otra carrera pese a que Bellas Artes era lo que deseaba hacer. Finalmente, gracias a esa horrible experiencia descubrí qué era lo que de verdad quería hacer en mi vida, luché por ello y aquí estoy, hablando sobre el tema y las diferentes consecuencias que ha tenido en mi vida en estos trabajos.


  • ·         Poesía Visual:                                 Sayōnara (さようなら)
  • ·         Estampa de emociones:               Alegría y Miedo
  • ·         Xilografía:                                      Tricotilomanía
  • ·         Linografía polícroma:                  Pifia
  • ·         Punta Seca:                                    Ambición
  • ·         Collagraph:                                    Agorafobia




Poesía Visual: Sayōnara (さようなら)

Sayonara es la abreviatura de sayonaraba, palabra que antiguamente significaba “por cierto…", "De hecho tiene que ser así…”. Es un nuevo comienzo, un “continuará…” al final de una historia.
Cronológicamente se puede colocar al final de la historia de este trastorno, ya que sería una despedida a esa etapa, un cierre a un momento de mi vida para dar comienzo a uno nuevo. La caligrafía se ha realizado con plumas estampadas que parecen ser sopladas por el viento, marchándose a modo de metáfora de miles de cosas que ocurrieron aquellos años.

Estampación monócroma manual de unas plumas. Papel fabriano Rosaspina

 

 Estampa de emociones: Alegría y Miedo.

Para este ejercicio debíamos hacer dos monotipias xilográficas, cuyo lenguaje fuera la abstracción y que representaran dos emociones o la misma. Mis alternativas fueron dos opuestos, la alegría (de vivir) y el miedo (de vivir).
La alegría simula esos colores del cielo y que vemos a través de la ventana en un viaje de vuelta en coche. Las luces de los coches y la ciudad a lo lejos son ejemplificadas en rectángulos blancos, aunque en un principio iban a ser amarillos.
El miedo no es más que un pequeño punto al que parece echársele el mundo encima. Las líneas giran a su alrededor, agobiándolo. Es un pequeño ser paralizado ante el pánico.


Estampación polícroma manual. Papel japonés
Estampación monócroma manual. Papel japonés
 

Xilografía: Tricotilomanía

Una de las peores consecuencias de la agorafobia -la cual incluso hoy aún persiste- es la tricotilomanía. Sobre ella también hablé hace años al descubrir que padecía esta enfermedad. Citando a la Wikipedia una vez más:
"La tricotilomanía es un hábito o comportamiento recurrente e irresistible dirigido a arrancarse el propio cabello o los vellos de distintas zonas del cuerpo. Puede definirse como un trastorno de la conducta que puede llegar a manifestarse en un arrancamiento compulsivo del pelo, produciendo desde pequeñas pérdidas de cabello hasta calvicie severa. También puede llegar a relacionarse con la tricogafia, que consiste en el hábito de mascar o ingerir el cabello, produciendo obstrucciones severas (tricobezoar) en el aparato digestivo. Este mal lo sufren 4% a nivel mundial.
En el manual DSM-IV está clasificada como un trastorno del control de impulsos junto con la piromanía, la lupe y la cleptomanía, ya que el paciente sufre una sensación de tensión antes de arrancarse el cabello y una gratificación o alivio una vez que lo hace. Algunos individuos con tricotilomanía podrían no presentar la situación antes descrita, ya que no se dan cuenta de que se están arrancando el cabello, o bien, pueden negar dicha condición. Existen hipótesis que señalan que la tricotilomanía podría ser un trastorno obsesivo-compulsivo"
Soy tricotilomaníaca desde muy pequeña, unos 7 años quizás, no recuerdo. Tan solo recuerdo ir a lo que hoy sé que era un psicólogo a hablar de algo que, para mí, era secreto: me arrancaba los pelos de las cejas y pestañas constantemente, hasta el punto de no tener ninguna y parecer enferma. Hacer amistades en el colegio se complicó con todo aquello, pero por suerte, sobre los 16 años, en plena adolescencia, empecé a dejar de arrancarme el pelo, pero volví a caer cuando empecé con la ansiedad, al no lograr entrar en la carrera que deseaba: Bellas Artes. Desde entonces no solo arrancaba cejas y pestañas, también empecé a arrancarme el pelo de la cabeza, un pelo que desde niña había cuidado con mimo, queriendo tenerlo largo, larguísimo, que no quería cortarme nunca. Por desgracia, aún hoy me sorprendo a mí misma arrancándome y hasta mascando el pelo de mi cabeza. Tengo la mitad de cantidad de pelo que hace unos tres o cuatro años y alguna calva que intento ocultar con gorros o coletas. Francamente, a veces no quiero ni mirarme en el espejo con miedo a encontrar calvas nuevas.
Lo más complicado de todo esto es sin duda el no ser consciente del acto de arrancarse el pelo. Es un estado de inconsciencia en el que el que lo padece muchas veces no sabe qué está haciendo hasta que es avisado. Es un estado de trance en el que el pelo me controla a mí. Esa es la idea que quise reflejar en este trabajo.
Largos mechones de pelo hacen de cadenas que callan y manipulan a su antojo a la chica, quien o puede hacer más que contemplarse a sí misma en ese estado sin poder hacer nada. De fondo, lo que parecen unas letras. Desde niña he tenido una especia de "idioma secreto" donde cada letra es un pequeño símbolo compuesto por rayas y puntos. He querido retroceder en el tiempo a ese momento en el que de cría comenzó todo, escribiendo verticalmente lo siguiente en ese lenguaje: "Trastorno obsesivo compulsivo. Estado de arrancarme a mi misma. La vieja tricotilomania. Yo."

Estampa monócroma con tórculo. Papel fabriano Rosaspina
Estampa monócroma manual. Papel japonés
Estampa monócroma con tórculo iluminada con acuarela. Papel fabriano Rosaspina


Linografía polícroma: Pifia

El rol fue una de las cosas que me salvó en aquellos años. Los role plays, aquellos juegos de mesa donde unos pocos frikis se reúnen en un salón a tirar dados y luchar contras bestias invisibles, con el único poder de su imaginación. Jugar este tipo de cosas me ayudó a salir de casa en busca de aventuras en mundos fantásticos, a vivir para algo, para unos personajes de mi cosecha de los que aún hoy estoy enamorada.
La terminología en este mundillo es amplia, pero siempre me ha hecho especial gracia una palabreja: Pifia. Las acciones de los personajes se deciden por la voluntad del jugador que lo maneja, pero es el dado de veinte caras el que determina si esa acción resulta triunfal o catastrófica. Por poner un ejemplo, si tu personaje quiere saltar un río, si lanzases el dado y sacaras un 20, no se mojaría en absoluto, y caería con gracia y elegancia, mientras que un 1 en el dado, lo mínimo, significaría no solo que no logra saltar el río, sino que además se empapa por completo y seguramente se haya hecho daño en el intento. Un 20 es lo llamado crítico, un 1 es una pifia.
La gracia de esta linografía es esa tirada que en algún momento realicé y que hizo que mi vida cayese en picado en numerosos aspectos.
Colores planos y vivos representan mejor ese mundo de juegos y alegría que representa el rol para mí. El dado, rojo, es lanzado contra una posible mesa, golpea en destellos azules y marca la cara menos deseada en color amarillo.

Estampación polícroma con tórculo. Papel Hahnemühle



Punta seca: Ambición

Desde hace unos años tengo debilidad por el girasol. Por su simbología, siento esta flor como la flor del coraje, de la determinación, de la lucha por buscar un bien, una luz en la oscuridad, es la flor de la ambición. Una flor que nace del pecho y crece hacia la mente, una ambición que, como el girasol, busca siempre la luz del Sol.
Es el sentimiento que más me llenó cuando, por fin, decidí dejar todo atrás para retomar la vida que en algún momento había perdido.
Una vez más, una chica, pero esta vez está en calma, no parece pensar en nada salvo en el olor de la flor, en cómo irradia energía positiva en forma de luz. El pelo cae con naturalidad, unas largas pestañas cierran sus ojos, bajo unas pobladas cejas. Es totalmente contraria a la estampa de la tricotilomanía.


Estampación limpia. Hahnemühle
Estampación con velo. Papel Hahnemühle
Estampación a la poupeé. Papel Hahnemühle

Collagraph: Agorafobia


No podían cerrarse los ejercicios sin al menos haber hablado del problema en cuestión una única vez.
Es sin duda la idea más complicada para representar. Tenía muchas cosas que contar en una sola imagen, debía quedar lo más claro posible incluso sin leerse el título, por lo que estuve dándole vueltas durante varias semanas hasta que, un día, fuimos toda la clase en el taller de la asignatura a una exposición de grabado en el Museo de Bellas Artes de mi ciudad, Sevilla. Allí hubo una obra que me llamó especialmente la atención, como no, del genio Francisco de Goya. Disparate de bestia presenta una imagen gris, con varios tonos más oscuros hasta negro, donde destaca una figura de un elefante a contraluz gracias a la blancura del lago en el fondo. La imagen me impactó, y supe en seguida que ese era el efecto que quería para mi trabajo.
Nuevamente una chica, con un contraste potente de luces y sombras en su rostro, donde apenas apreciamos un ceño fruncido y una cara chupada, delgada, enferma de poco comer y poco dormir. De fondo, una ventana cerrada con forma de casa ilumina y contornea la figura, como el lago lo hacía con el elefante.

Estampación monócroma en hueco con tórculo. Papel fabriano Rosaspina

 

jueves, 31 de diciembre de 2015

Gracias, 2015

Por ahí se suele decir que las épocas malas de nuestra vida son luego, a la larga -o no tan larga-, las que más nos enseñan y/o definen.
Y es terriblemente cierto.

Me llamo Julia, tengo 22 años y nunca, nunca, me ha pasado nada en la vida.
Nunca me he roto un hueso, o dislocado algo. Nunca me he metido en peleas gordas, nunca he tenido un "día más feliz de mi vida" o un "peor día de mi vida". Nunca he sido muy de viajar, de probar cosas nuevas, de experimentar, de salir de mi zona de confort que se le dice ahora; y justo por esto último es que nunca, nunca, me ha pasado nada en la vida.

Tampoco recuerdo prácticamente nada de mi infancia y adolescencia -bueno, para qué engañarnos, no recuerdo nada nunca-, pero el caso es que siento que no recuerdo nada de nada porque nunca me ha pasado nada de nada. ¿Me explico?
He tenido una vida jodidamente aburrida.

Bueno... Eso es casi cierto del todo.



Los que me conozcan, o al menos se hayan leído la anterior entrada de blog, sabrán que no hará demasiado me pasó algo un tanto grave. Una de esas cosas que a la larga te enseñan y/o definen. Una de esas cosas terriblemente ciertas.

Hace dos años y pocos meses, sufrí un desvanecimiento en el autobús de vuelta a casa de la facultad. Yo para entonces estaba estudiando para los exámenes finales de mi primer año en la carrera de Filosofía, un año del que salí limpia y contenta. Contenta porque estaba cómoda, porque un año atrás me había quedado fuera de la carrera que yo realmente quería estudiar: Bellas Artes.
La historia tiene su gracia -aunque en su momento no me reí una mierda- y es que la nota para entrar en BBAA siempre había sido un 5, pero ¡oh, casualmente ese año había subido a un 8,4! ¡Maravilloso! ¡Estupendo! ¡Fantástico! ¡Magnífico! ¿Y sabéis qué era lo mejor? Que mi nota estaba en un 7,1 ¡Maravilloso! ¡Estupendo! ¡Fantástico! ¡Magnífico! Me quedé a 10 personas de entrar y aún hoy me cago en los muertos de sus putas madres. Un beso desde aquí.

Total, que ese año me lo pasé sin hacer nada (intenté en Tomares un ciclo formativo de Realización de Audiovisuales que no salió nada bien, pero eso, un año "perdido" que se suele decir). Eché para varias carreras, Filosofía la primera, y a la primera que entré. Y como digo, estaba cómoda. No tenía muchos compañeros en clase y, francamente, no sentía encajar del todo ahí, pero las cosas que algunos de los profesores que me impartieron clase decían en esas pocas horas, simplemente me inspiraban lo más grande. Quizás no estudiaba lo que quería de verdad, estaba convencida de que, pese a haber perdido el tren de Bellas Artes, el tren de Filosofía me dejaría en una parada cercana a aquella en la que buscaba bajarme.

No podía estar más equivocada.








Hace dos años y pocos meses, sufrí un desvanecimiento en el autobús de vuelta a casa de la facultad.
Sufrí un extraño mareo o dolor de cabeza, me aferré a la barra junto a la puerta de salida, apoyé la cabeza en ella y cerré los ojos para abrirlos pocos minutos después. Desperté una primera vez en el suelo del autobús, rodeada de gente que me hablaba preocupada, que me pedía que me sentase en uno de los asientos del bus. Recuerdo levantarme a duras penas e ir a ello, pero volví a caer, y ya cuando quise despertar de nuevo estaba en el suelo de la calle, cerca del centro comercial Los Arcos de Sevilla, con mis pies en alto sobre mi propia maleta y dos conductores de autobuses agachados a mi lado. No oía ni veía bien, estaba desubicadísima. Miré hacia atrás, vi el autobús en el que yo debía estar montada parado, con todos mirándome. Fue entonces cuando comprendí que había perdido el conocimiento por segunda vez en mi vida.
Sí, yo ya había sufrido un desmayo años atrás, acontecimiento que recordé en seguida y que deseaba que no tuviese un desenlace similar: Pasé un terrible 24 de diciembre de fiebre que tuve que pasar en casa, tumbada en el sofá viendo la película de Mary Poppins recuperándome del susto de haberme medio muerto; tuve que quedarme allí mientras mi hermano y madre iban a casa de mis tíos, muy cerca de la mía, a ver a mi abuela, que iba a pasar las Navidades con nosotros. Las últimas Navidades con nosotros, concretamente. A la mañana siguiente mientras abríamos los regalos, mis tíos llamaban diciéndonos que se había ido dormida.
De no haber sido por aquel desmayo... En fin.

Tras ese pequeño flashback tuve la ligera impresión de que algo horrible iba a sucederme, pero pareció no ser así: Llegó la ambulancia, tras ella mis padres, me hicieron unas pruebas en el hospital, me comí un bocadillo de jamón ibérico y pa' casa a cambiarme de ropa y a ponerme a estudiar para el examen que tenía pocos días después.



Nada cambió durante un mes.
Había acabado el curso con buenos resultados, y en ese momento estaba comiendo con el que entonces era mi novio y mi amiga Bea en un Burger King, momento en el que
Oh, vaya
me mareé.
"Oh, oh. ¿Un mareo? Esto... ¿Esto no será como en el autobús? ¡Oh, dios! ¡Es eso! ¡Esta sensación es la misma que la que tuve en el autobús! ¡Voy a desmayarme!"
Ataque de ansiedad. Pánico.
Les dije a ambos que me iba a desvanecer, que estaba encontrándome fatal y que, por favor, saliésemos a tomar el aire. Salí, respiré y todo normal. "Vaya, falsa alarma. Fue solo un mareo"

Fue solo un mareo
esa vez
y las cientas de miles de veces que sucedieron desde entonces.
Desde ese día, cada vez con más frecuencia, tenía ataques de pánico porque me mareaba y creía que me desmayaría. Pasé todo el verano así, algo angustiada con ello, nada grave, hasta que ya en otoño fui al médico y éste llegó a la conclusión de que mi problema estaba en mis cervicales. Ya había empezado el 2º curso de Filosofía y el tanto mirar a la pizarra y a los apuntes una y otra vez parecía ser causante de que me marease. Me mandaron unos ejercicios para el cuello y ala, a vivir.

Qué fácil suena, ¿verdad?
A vivir no, a recuperar las clases que perdí por huir de la facultad al marearme. A vivir no, a recuperar los días perdidos en los que preferí quedarme en casa antes que coger un autobús. A vivir no, todavía no.
Me costó, pero logré medio ponerme al día (sacrificando un par de asignaturas para ello), y estuve unos tres meses sin más problemas, concretamente, desde el Mangafest de ese año 2013 hasta febrero-marzo 2014.
Fue entonces cuando volvieron los mareos, y con ellos -por supuesto- los ataques de ansiedad, el pánico, el recuerdo de la desagradable sensación que era desmayarse para mí.

¿Y se lo conté a alguien?
No. Pff. ¿Para qué?
Sí que lo sabían mis mejores amigos, 2 o 3 personas sabían que, poco a poco, iba dejando de ir a clase con la excusa de "esto lo tenemos en internet", "el profesor ha faltado", "estudio mejor por mi cuenta", etc.

A N S I E D A D
Ansiedad que se transformaba en T R I C O T I L O M A N Í A , otro tema que trato en otra antigua entrada de blog.
Para resumiros, la tricotilomanía es un trastorno obsesivo compulsivo por el que quien lo padece siente la necesidad, el impulso a veces inconsciente, de arrancarse pelo de diferentes partes del cuerpo; en mi caso, cabeza, cejas y pestañas yupi.
Para mí, la tricotilomanía es un estado de trance en el que me arranco pelo de cabeza, cejas y pestañas como método de antiestrés. Ya de por sí es una jodida mierda el ni si quiera darte cuenta de que lo haces, pero sin duda lo peor es mirarte en el espejo y ver que te falta media ceja, casi todas las pestañas de los ojos o que la melena que tanto cuidas y que tienes por el culo, de pronto, tiene mechones que te llegan por el cuello.
Llevaba desde cría con este problema, pero no había sido hasta entonces que me estaba afectando tanto.


Un día mi madre me hizo el favor de llevarme en coche a la facultad. Ella, que debía olerse que me pasaba algo -por faltar tanto a clase- me estaba medio echando la bronca por ello, y no recuerdo cómo pero acabé diciéndole:

-Mamá, quiero ir al psiquiatra

Sí, al psiquiatra. Al psicólogo no, al puto psiquiatra. Imaginad la cara de mi madre.
Obviamente me preguntó el motivo, y le expliqué lo de la tricotilomanía. Os lo creáis o no, fue un paso jodidamente difícil para mí; pese a haber ido de niña al psicólogo por ello, ya siendo adulta y consciente jamás había hablado sobre el tema con nadie, muchísimo menos mi madre, y el sacar por así decirlo un tema tan delicado y grave para mí -que supuestamente había resuelto con 10 años- pues, hombre, algo dificilillo si que era. Le expliqué que da igual lo que intentase, que no paraba de arrancarme pelo y que eso debía ser ya de pastillas por lo menos; que seguramente el motivo por el que me estaba afectando tanto era que estaba agobiadísima con la facultar, con que no podría llevar todo, con que algo iba mal conmigo.




¿Conclusión?
Pedimos cita para el psicólogo de la seguridad social  
dos semanas antes de los exámenes finales.
¿Me ayudó?
No, me agobió aún más.
¿Que qué me dijo?

"Usted tiene un TRASTORNO DE PÁNICO Y AGORAFOBIA".

Bieeeeeen..

-Haz ejercicio
-No tengo tiempo, debo estudiar para los exámenes
-Usa guantes para no poder arrancarte pelo
-Estamos casi en verano

El suicidio me empezaba a parecer buena opción, oiga. Mi agobio era real ya antes de ir, pero tenía la esperanza de que la mujer que me atendió me dijese que dejase pasar los exámenes, que me relajase y dejara el mundo tranquilo y quizás entonces el mundo me dejaría tranquila a mí. Pues me dijo todo lo contrario: estudia, aprueba, sal de casa.

Haha no.


Pocos días después salí con mis amigos.
"Pfff, agorafobia, qué estupidez"
Media hora después de llegar con mis amigos, me tuve que volver a casa, muerta de miedo. Muerta de pánico.
Trastorno de pánico y agorafobia. Pfff, qué estupidez.

Sí. Tenía agorafobia.
No. No podía salir de casa
O al menos no sin acabar con un ataque de ansiedad y/o llorando.




Recuerdo todo tan caótico, tan mal...

Creo que estuve cerca de dos largas semanas queriendo decirle a mi madre:
  • "Mamá, no voy a presentarme a los exámenes porque mi angustia es TAL que no puedo estudiar".
  • "Mamá, me cuesta horrores sentarme a pensar en algo que no sea lo mal que estoy"
  • "Mamá, en el caso de ponerme a ello, no tengo apuntes, no he ido a clase porque me daba miedo salir de casa, de mi cuarto"
  • "Mamá, no puedo pedir apuntes a más gente porque no tengo amigos en clase"
  • "Mamá, no tengo amigos en clase porque... Porque ese no es mi sitio"
  • "Pero mamá, no quiero suspender.
  • No quiero estar un verano más estudiando recuperaciones.
  • Quiero tenerlo libre, quiero poder dedicarlo a mis cómics, a mis dibujos, a mis personajes, a lo que de verdad me gusta"
Que era Bellas Artes
¿O no?

Sí. Pero para entonces yo no lo sabía.
Para entonces yo no sabía que la causa de mi trastorno de pánico y agorafobia era que yo no estaba estudiando Bellas Artes.
Tan simple.
Tan simple como que no me merecía la pena "arriesgar la vida" saliendo de casa para ir a estudiar algo que no me gusta.
Pero para entonces yo no lo sabía.
Y el no saber qué pasaba conmigo era lo que más me angustiaba.



Estuve dos largas, larguísimas semanas buscando cómo decírselo a mi madre. Días en los que lo único que hacía era tumbarme en la cama a imaginar cómo se lo podría decir, a chatear con los dos o tres amigos que se preocupaban or mí de verdad, a escribir en mi cuenta privada de Twitter lo mucho que estaba odiando vivir en ese momento.

Y finalmente lo hice.
Recuerdo gritos, lloros, gritos de estos que te desgarran la garganta, de los que no sabes si estás más enfadado o triste. Estaba gritándole a mi madre. Sólo de recordar esto me está dando ganas de llorar. Lo siento, mamá. Estaba verdaderamente mal. Estoy llorando mientras escribo esto.


Ocurrieron un par de cosas más tras esto, que fueron tan sumamente horribles que prefiero no recordarlas y escribirlas aquí.
Pero ese verano tuve, por fin, un Peor Día de mi Vida







Al final, esto fue lo que decidimos:
No me presentaría a los exámenes, ya veríamos en septiembre qué pasaba.
A parte, iría a un psicólogo privado, uno que me ayudase de verdad. Y yo conocía a uno. ¿Os acordáis de Bea, la chica que nombraba al principio cuando me dio un mareo en el Burger King? Su madre era y es psicóloga, y ella fue a la que llamé para pedirle ayuda.

Y vaya si me ayudó.
Para que luego digan que los superhéroes no existen.







Fui a su consulta una vez por semana, cada martes a las 16:00, durante unos... tres meses, donde mejoré mucho, pero tras los que tuve una recaída que ahora cuento. Aquí al principio de mis visitas a Sagrario (el nombre de la psicóloga) fue el Animacómic de Málaga, así que os vuelvo a dejar la entrada sobre aquello por si os interesa una visión del tema más del mismísimo día.

 El caso es que a los tres meses caí de nuevo. ¿Motivo? Oh, SEPTIEMBRE, exámenes.
Lo mismo.
Aquí fue cuando me di cuenta de que, sí, ciertamente mi problema era que no estaba estudiando lo que me gustaba.

 ¿Sabéis que acabamos haciendo? Repetir el segundo año de la carrera, pero mandando una carta al decanato de la facultad de filosofía para poder estudiar sólo unas 5 asignaturas en lugar de 10. Sagrario escribió una carta con mi problema e incapacidad para ir a clase y encantados me la aceptaron.
Aun así, no estaba bien del todo.
Sobre esas fechas me empezó a ver un psiquiatra que me recetó una serie de pastillas, siendo las primeras TAN fuertes que me provocaron alucinadiones...

Yo, que he tenido, como decía al principio, una vida tan aburrida, no era capaz de aguantar todo aquello. Veía mis manos moverse a cámara lenta, me brillaban en rojo, mi cuarto ascendía y mi cuerpo me quemaba. ¿Horrible? Naaah. Quizás os suene estúpido o hasta gracioso el tema alucinaciones, pero yo esa noche tuve que dormir con mi madre del miedo que tenía.



Comencé a ir a clase acompañada de mi madre. Francamente, fue una gran experiencia, no sólo para mí que estaba en la única asignatura del curso que me gustaba, sino para mi madre también, que vivió lo que era ir a la facultad; aún hoy me habla de lo mucho que le gustó esa asignatura.

Paulatinamente ella dejó de acompañarme a clase.
Cada vez se iba antes hasta finalmente ir yo sola.

E m p e z a b a   a   r e c u p e r a r m e .




Si tuviese que elegir un día en el que sentí que superé mi miedo, fue el Mangafest de ese año, 2014.
El por qué lo podréis deducir viendo el video que ahora os dejo, pero básicamente fue el meterme absolutamente sola en una avalancha de gente cuando, apenas un día antes, no podía entrar a las tiendas del salón con mis amigos sin agobiarme.



Ah... Mis amigos. O mejor dicho, amigas.
¿Qué haría yo sin ellas?










Pasó diciembre, llegó enero, y entre susurros y algo de miedo le confesé a Sagrario que no quería seguir estudiando Filosofía.
Creo que le faltó aplaudirme, y con razón. A mi madre le costó más aceptarlo, pero finalmente decidimos que dejaría el segundo cuatrimestre y empezaría a estudiar para Selectividad, para las específicas, Historia del Arte y Técnicas de expresión grafico-plásticas, para así subir mi media y entrar sin problemas en Bellas Artes.


Y así fue.

Si mi fallo 4 años atrás fue presentarme sólo a una específica, este año no iba a ser tan tonta y escogí dos. No me hacía especial ilusión estudiar OTRA VEZ Historia del arte (porque en el primer año de Filosofía tenía esa misma asignatura, don't know why), pero ahí estaba.




Estudié

Le eché ganas como a nada en el mundo

Y un 25 de junio a las 00:29 de la noche me dijeron que había sacado dos notables.

Que ahora mi media era de un 10, y no de un 7.





Entré en Bellas Artes en la primera convocatoria.

 ――――――――







A estas alturas del cuento, sólo me queda dar las gracias a todos los que pusieron un granito de arena para ayudarme a estar aquí hoy.
  • A mi familia por pagar todo lo que mi recuperación implicó, por dar la mano pese a que yo sacaba las garras, por forzarme cuando yo no quería, porque esa era la única forma de ayudarme, pese a que yo lo odiase; gracias por creer en que yo lo podía todo.
  • A los que pensé que eran mis amigos y que hasta que no me vi con el agua al cuello no huyeron como cobardes, dejándome sola. Gracias por ahorrarle trabajo al tiempo.
  •  A Bea y Sagrario por ser la primera luz en iluminarme el camino, en mostrarme que había salida y llevarme hasta ella durante tantos y esenciales meses.
  • A Natsu, Sandra, Cima y Belén, por estar ahí en el Animacomic, en Cádiz, en el Mangafest y sobretodo en Selectividad. Por ser ellas mismas y mis mejores amigas.
  • A Erina, Yuki, Arly, Maiki y todo el grupal de Danganronpa, porque sin saberlo quizás me estábais ayudando a seguir adelante un fin de semana tan clave como fue ese para mí.
  • A Aida y Mitsuko porque a día de hoy sigo sin saber agradecer la segunda oportunidad del Mangafest 2014. Empezar a hablar con vosotras representó un cambio en mí, a otro Yo mejorado. 
  • A Mario, por preguntarme diariamente cómo estaba y sacarme una sonrisa si la respuesta era "mal", por despertarte a las 6 de la mañana para desearme suerte en Selectividad, porque sé que evitarás que caiga de nuevo, por mil cosas que él sabe perfectamente cuales son.
  • A Isma, Saku, Feebs, Lans, Mim, Eli, en general los chicos del Crystal porque aunque no lo sepáis algunos, las veces que me escribíais me ayudabais a evadirme de mis problemas y a conocer gente que de verdad sí valía la pena.
  • A Ana/Garza, a Raquel, a Vivi, a Alba, a todo el que se ha tomado la molestia alguna vez para saber cómo estaba, para ayudarme a soltar lo que tenía dentro, para ayudarme con Bellas Artes.

Simplemente mil gracias a todos los que de corazón os habéis preocupado por mí cuando twitteaba "me encuentro mal en el autobús", cuando tenía que aprobar Selectividad, cuando tenía simplemente miedo; incluso si ya no nos hablamos, gracias. Sois cientos y no sabría nombraros a todos, pero me quedo tranquila si os reconocéis en alguna de estas frases aunque sea.


Gracias por hacerme ver que lo importante no es evitar el miedo, sino en tenerlo, reconocerlo, afrontarlo y superarlo.



Gracias.
 Ahora sólo me queda seguir creciendo hasta convertirme en la mejor versión de mí misma.



miércoles, 9 de julio de 2014

¿Animacomic Málaga?



Creo que va siendo hora de explicarlo. Esto va a ser un desahogo -otra vez- más que nada, y a la par una explicación sobre lo que me ocurrió el pasado sábado en el Animacomic. ¿Fui? Sí "Pero no te vi", ya, porque a la una y media estaba volviendo para Sevilla, para mi casa. ¿Por qué? Bueno, de eso va la publicación esta.

Así en resumen.
Un año atrás en plenos exámenes finales me desmayé en el autobús de vuelta a casa. Me pilló completamente sola, y vino a cuento de nada; había comido bien, no hacía más calor que otros días… Un día como otro cualquiera en el que llegaría a casa y me pondría a estudiar, pero no. Me llevaron al hospital y dijeron que fue una bajada de tensión, de azúcar, blablabla. Me comí un bocadillo y tiré para casa. Quitando el terrible susto y la horrible sensación previa al desmayo -como un mareo o dolor de cabeza horrible, no sabría describirlo-, no fue para tanto. No pude estudiar todo lo que quise para un examen tres días después, pero bueno. Un mes después de eso, con un par de amigos, estaba la mar de tranquila, sentada, hablando con ellos y me mareé. Me dio un, lo que pareció, ataque de ansiedad ahí mismo, asustada porque creía que me iba a desmayar de nuevo, pero no fue así. Esto se estuvo repitiendo una o dos veces al mes hasta más o menos octubre-noviembre, cuando me daban todos los días, en clase, en el autobús, en mi casa, en la calle, en la academia de inglés… donde fuese, y donde fuese que me pillase ¿qué hacía yo? Ponerme de los nervios, temiendo que me pasase lo que tanto temía. Si me pasaba en clase, me iba a casa, si me pasaba en el autobús, me bajaba y cogía otro, si me pasaba en la calle me sentaba en el suelo… Una auténtica pesadilla.
Empecé a notar que esos mareos se producían cuando movía la cabeza hacia los lados o hacia arriba y hacia abajo, así que pensé que sería cosa del cuello todo ese tema. Fui al médico, me hice unas radiografías y me dijeron que era tema de cervicales, que hiciera una serie de ejercicios para el cuello y que listo, adiós mareos. Y así fue, al menos desde diciembre hasta marzo, cuando volvieron a darme esos desagradables mareos, seguidos de esos angustiosos ataque de ansiedad. Ese cuatrimestre había decidido ponerme las pilas, ya que como al marearme en el anterior me iba de clase había perdido el hilo de un par de asignaturas , las cuales había suspendido. Empecé a ir a la biblioteca día sí día no para evitar catear nada más (nunca he sido una chica de suspender, tampoco de sobresaliente, ya me entendéis). Pero los mareos empezaron a aparecer varias veces al día, los ataques de ansiedad me daban en plena clase y tenía que aguantarme ahí, me daba mucha vergüenza salir al pasillo de repente en ese estado. No me concentraba, iba a clase con miedo, volvía en bus a casa con más miedo aún, y cuando salía al centro con mis amigos los fines de semana lo mismo. Cada viaje en autobús era una odisea para mí. Llegó un punto en el que simplemente salir a la calle me daba pánico.
Cuando se acercaron los exámenes finales, estos últimos, me vi con una cantidad de clases perdidas y apuntes que me faltaban ingente. No había forma humana de aprobar ninguna asignatura, o bien por el enorme temario, o por no asistir a las clases o por dificultad (como nota, estudio Filosofía). Todo era horrible, por las mañanas me despertaba agotada, con el cuerpo cortado si poder comer nada -pero con hambre-, sin poder dormir -pero con sueño-, pasaba los días en casa amargada, sabiendo que todo lo que leía o estudiaba iba a ser en vano, y que cuando llegara el fin de semana no iba a poder salir, porque no era capaz de coger un autobús. Para colmo me iba a pasar el verano estudiando como 8 asignaturas y no iba a poder aprovechas esos meses para lo que realmente quiero (que es básicamente la razón por la que no quiero que nunca me quede nada: comenzar finalmente cierto cómic).
Volvieron a llevarme al médico, empecé a tomar pastillas para relajarme, para dormir por la noche. Me llevaron al psicólogo y ésta más que ayudarme me agobió más. Me dijo que tenía un trastorno de pánico y agorafobia, que fuese poco a poco enfrentándome a todo aquello y pocas cosas más que ni recuerdo. Me recomendó para quitarme de los mareos y los ataques de ansiedad ir a hacer deporte, yoga, salir, y yo le dije: "No puedo, tengo exámenes, trabajos, y no voy a aprobar si hago todo eso (en realidad tampoco iba a aprobar ni aunque dedicase las 24h a ello, pero bueno)" ¿La repuesta de la psicóloga? "Ah, no pasa nada, entonces estudia y ya harás los ejercicios". ¿Cómo voy a estudiar con esta angustia encima? Era un círculo vicioso del que no sabía cómo salir.
¿Qué pasó entonces? Renuncié a los exámenes. No me quedaba otra. Me costó la misma vida confesárselo a mis padres, porque es un dinero perdido -por una razón superior y ajena a mí-, porque los estaría decepcionando, porque lo verían como que estaba tirando la toalla. Me costó tres semanas decirlo. En fin. El tiempo que estuve de exámenes empecé a salir poco a poco, pero prácticamente nada. Me quedaba en casa relajada, preparando las cosas del cómic que, digo, estoy preparando (aunque según otros que yo me sé, sólo hacía la vaga. En fin, me voy a callar).
Volví a hacer aquellos ejercicios y empecé a estar mejor. Los mareos desaparecieron por una semana, ¡alegría! Pero qué poco me iba a durar. Allá por el jueves 19 de junio volvieron, y ese sábado tenía un examen importante para sacarme el B1 de inglés. Llegó el sábado y desperté fatal, de nuevo (como los anteriores jueves y viernes) con el cuerpo cortado, sin apetito, sin haber dormido nada porque aquella noche no hacía más que repetirme lo mal que iba a encontrarme por la mañana (y al final tuve razón). No me presenté al examen. Ese sábado fue un caos, tanto que, francamente, prefiero ni contarlo, porque pasé una mañana verdaderamente horrible. Si tuviese que señalar el peor día de este año sin duda elegiría ese.
Tras eso seguí en un hilo de falsa tranquilidad. Pasaron unas semanas y mi madre me recomendó ir a otro psicólogo que no fuera el de la seguridad social. Me preguntó si conocía a alguno y así era, era la madre de una muy buena amiga, así que la idea me encantó. Actualmente voy una vez por semana, ayer tuve mi 3ª o 4ª sesión, no recuerdo.

Y llegamos al sábado pasado. Al Animacomic de Málaga.
Dormí… ¿4 horas? ¿3? Amargada, pensando en "y si despierto mal y no puedo ir". Al final me desperté bien, a las 6:30 de la mañana pero bien. Fue ya cuando me dirigía hacia el autobús en el que mis amigos y yo íbamos a ir a Málaga cuando empecé a agobiarme. Entre el calor que me daba el cosplay ( el de Hades de Kamiaso), el flequillo que me tapaba un ojo, de manera que no veía, el otro ojo en el cual llevaba lentilla, la cual me molestaba, y la idea de que iba a hacer un viaje en AUTOBÚS de DOS HORAS Y MEDIA me iba a tirar al suelo en cualquier momento a rodar hasta casa y no salir de mi cuarto. Cuando apenas nos subimos al autobús estaba nerviosísima, ya cuando me puse música, charlé y miré el paisaje montañoso me tranquilicé.
Y entonces llegamos al salón. "Ostras, pues tanto calor no hace", dijimos. MIS COJONES. Dentro ya del recinto no podía estar con la chaqueta puesta, y en la zona de tiendas con toda la gente y el calor ya ni os cuento. Me fui a un lugar apartado y fresquito y me tomé algunas fotos. No por nada salgo sentada en ellas: no podía levantarme. Me sentía débil, pesaba, no podía levantarme. Me empezaba a marear el calor, el agobio del cosplay, la gente, los gritos. Era como si todos mis sentidos estuviesen alerta a cualquier tontería, llegándome muchísima información, como en forma de tsunami. Me dio, me dio fuerte. Quise salir a tomar el aire, pero fuera hacía más calor. Me senté donde pude y llamé a mi madre a explicarle la situación. Tenía tres opciones: o me aguantaba ahí hasta las ocho (apenas era la una y media, y no iba a pode) o esperaba a que mi padre saliese del trabajo a las 4, llegando estos a Málaga a las 6 (lo cual ni a ellos les convenía ni a mí me servía, porque tampoco iba a aguantar ahí seis horas) o lo que finalmente hice: coger un tren de vuelta a casa. El tren era en media hora, así que corrimos, literalmente, a por un bus hasta la estación María Zambrano que casi perdemos, y por dos minutos casi no cogemos el tren. Ya allí me deshice de parte del cosplay y me relajé por completo.

¿Fue la decisión más acertada? No lo sé. ¿Me arrepiento de haberme ido? No, la sensación que tenía era espantosa, y aunque deseaba lo que no estaba en los escritos ir a un salón con ese cosplay y tener un día alegre después de tanta mierda durante tanto tiempo, preferí joderme el viaje de la forma menos horrible posible, y era volviendo a Sevilla.
Me alegra al menos que la hora y poco que estuve me recibieron estupendamente, me alegra que varias personas me reconocieron de Hades y me pidieron foto, y sobre todo me alegra que cuando necesité ayuda mis amigos estuvieron ahí para todo.

Y esa es la razón por la que me fui del Animacomic de Málaga, y al mismo tiempo mi desahogo por todo eso. No sé cuándo voy a salir de esta, cuándo voy a empezar a estudiar para Septiembre ni cuándo voy a empezar el cómic. Voy muy poco a poco, básicamente porque no doy para más.
Gracias a todo el que haya leído, aunque no sea todo (porque es realmente largo) por las molestias.

pd_ cabe la posibilidad de que haya faltas de ortografía o fallos en la redacción, he escrito esto un poco en express.