lunes, 12 de noviembre de 2012

Diario de una tricotilomaníaca más



Su desarrollo puede estar influido por depresión o estrés
Recuerdo ir al Virgen del Rocío. 

La sala de espera -o eso era lo que me parecía- estaba llena de niños de más o menos mi edad. Estaba bien decorada, un tanto barroca con tanto dibujo y garabato de niños que iban y venían. Era lo suficientemente pequeña como para no saber por qué estaba allí. Sólo recuerdo esa sala y otra habitación con una mesa como de profesor y dos sillas. Mi madre estaba sentada a mi derecha, y una chica joven me hacía preguntas que para mí allá entonces me parecían comprometidas. ¿Cómo sabía esta mujer lo que yo me hacía en las pestañas y cejas? ¿Tanto se me notaba? ¡Y yo que intentaba disimularlo por todos los medios...! Me preguntaba qué hacía con las pestañas que me arrancaba. Yo le dije que sólo las tiraba, pero lo cierto es que me gustaba dejarlas colocadas en una superficie cualquiera, y mirarlas, como si fueran una colección de la que me aburriría a los pocos minutos. Dudo que se lo haya creído. Esa chica parecía lista.
Recuerdo haber ido más de una vez, pero no recuerdo qué me preguntaba. Mi madre hablaba mucho con ella, pero yo estaba a mi bola, mirando la sala. Sentía que aquello no venía conmigo.

La edad clave del padecimiento es entre los 9 y 13 años
Años más adelante, yo seguía con mi terrible y, en cierto modo, gratificante manía. Parecía una enferma, no tenía prácticamente pestañas, las cejas sí las conservaba más. Era el cumpleaños de un amigo y se celebraba en el Indiana Bill, un "parque de atracciones" para niños con estructuras altas y coloridas, con túneles, toboganes, pelotas de plástico y todas esas cosas que tanto nos gustan a los niños. Desde la mesa donde estaban "los mayores", vi que muchos niños empezaron a hacer cola; había una chica y un chico pintando las caras a los niños. Me hizo muchísima ilusión y fui corriendo a que me pintaran. Tenía el antojo de que lo que me hicieran fuera pintarme como una de esas princesas Disney con las que estaba creciendo y a las que tanto admiraba. Quedarían 7 niños en la cola cuando vi una chica a la que habían pintado de princesa; le habían dibujado una corona amarilla en la frente, mejillas sonrosadas, labios rojos y sombra de ojos celeste. "¡¿Sombra de ojos celeste?! Espera, espera... ¿¡Que me van a pintar en los ojos?! ¡No! ¡No quiero que esos chicos vean mis feos ojos sin pestañas!". Salí corriendo como corre un pavo gordo en Navidad, con los ojos brillosos y decepcionada.
Esa anécdota nunca se me va a quitar de la cabeza. La vergüenza que sentí fue terrible, y ahora mismo, mientras escribo esto, se me mojan los ojos sólo de pensar en el mal rato que pasé cuando vi que la gente iba a mirarme mal por mis pestañas.


Un día, ya más mayor -estaría en 1º o 2º de Primaria- mi madre me dio un papel y un bolígrafo. Nos íbamos a mudar del piso donde vivíamos a una casa a 45 minutos de allí andando, mi actual casa. Me pidió que en ese papel invitara a Rosa, mi profesora de 1º y 2º de Primaria a venir a nuestra nueva casa cuando quisiera. Mi madre y yo siempre hemos tenido gran confianza y buenas amistades con todos mis profesores de Primaria y Secundaria. En el A5 escribí lo que me pedía con la mejor letra que pude, y mi madre, cuando acabé, me pidió que también le hiciera una promesa a Rosa: quería que nunca más me volviera a arrancar las pestañas y cejas. No recuerdo bien mi reacción, pero, confiada, lo prometí. No iba a arrancarme nunca más las cejas y pestañas.
Y así fue como la tricotilomanía se convirtió en algo tan prohibido para mí como para sentir la necesidad de romper la promesa y arrancármelos en secreto. Intentaba controlarme lo justo como para que no se notara, pero mi madre se daba cuenta, lo sé. De vez en cuando me decía "¿Te has estado arrancando las pestañas?" Y yo, avergonzada, mentía negándolo. Todo esto hasta los 13 años, quizás.

No he tenido más recuerdos con respecto a la tricotilomanía hasta hace unos 3 años, no estoy muy segura. Este año he sido completamente consciente de mi trastorno, de cómo se llama, de que hay más gente como yo y de por qué se produce. Leí que el amontonarlos y tenerlos como un tesoro momentáneo es parte del trastorno, además de que es producida por el estrés; arrancarme el pelo de las cejas y pestañas es un mi terrible anti-estrés. En épocas de exámenes finales, de semanas antes de un salón manga importante o casos similares, la presión me puede lo suficiente como para dejarme llevar por esto. Para colmo, es casi un trastorno inconsciente. La mayoría de las veces no me doy cuenta de que estoy arrancándome las cejas o pestañas hasta que ya es demasiado tarde. Es como un estado de trance.


Hipótesis señalan que la tricotilomanía podría ser un trastorno obsesivo-compulsivo
El más reciente "arranque" compulsivo de mis pestañas ha sido el miércoles pasado. Dentro de pocas semanas The Blest Slumbergod actuamos en el Mangafest de Sevilla y aún queda mucho por hacer. Hablando esto por video-llamada con uno de los participantes, comencé a estresarme y cuando me di cuenta ya era demasiado tarde. ¡Y yo que pretendía aguantar al menos este mes para que el cosplay se viese bien! Y cuando digo "bien" digo "con pestañas".

Y bueno, esta ha sido mi breve historia de lo poco que recuerdo sobre este común trastorno obsesivo-compulsivo. Me gustaría saber si alguien más de los que lean esto le pasa esto, desde cuándo y si actualmente sigue con ello.





miércoles, 7 de noviembre de 2012

Hombre vs. Cibernética

Voy a hacer una pequeña introducción a lo que quiero hablar, si no les da la gana de leerla porque son unos vagos y quieren ir al grano -seh, así somo' los españole'(?)- dejen de leer las letras negras estas tan bonitas y pasen a leer las azules.
Tras un año de brazos cruzados en cuanto a estudios, sin saber "qué ser de mayor" ni nada en absoluto, decidí -aún no sé cómo- meterme en la carrera de filosofía, aquí en Sevilla. Y no me arrepiento. Los profesores son impresionantes como personas y como filósofos, las clases te llevan a reflexionar a casa y los compañeros de clase son la mar de creativos y abiertos. Ya ha pasado un mes y pico desde que empecé las clases y en una de ellas, Antropología Filosófica, nuestro profesor nos mandó a hacer un trabajo que estos días estoy terminando sobre X temas. Pretendo acabar el mío hablando de los robots y los humanos. En otra asignatura, Método del pensamiento filosófico -que me tiene enamorada-, hablamos ya de las diferencias entre humanos y máquinas -que no son tantas, tú- y quería acabar con una reflexión propia acerca de ello.

El caso. Me gustaría saber vuestras opiniones acerca de este tema, de la diferencia entre hombres y robots. Simplemente respondan a estas preguntas:
¿Qué diferencias hay entre hombre y robot?
¿En qué se parecen?
¿En qué se parecen? ¿Cómo podrían parecerse más?






Ahora voy a dejar yo mi breve idea acerca del tema:

Supongamos que vas caminando por la calle escuchando música. Has quedado con unos amigos y vas oyendo tu canción favorita en el móvil. A todo esto que por la esquina se asoma un antiguo compañero de clase que te dio bastante la lata en su tiempo-aunque no era su intención, o eso creías o querías creer-. ¿Qué haces? ¿Disimulas con el móvil? Quizás no te ve, hay mucha gente a tu alrededor. No lo sabes bien, pero cuando te da por mirarle, y antes de que puedas decidirte por nada, él levanta la mirada de su móvil, te mira y te saluda felizmente.
-Porras... -piensas
-¡Hombre! ¡Cuánto tiempo!
-¡Dios, no te había visto! ¿Qué tal? ¿Cómo te va?
-Bien, tu sabes... -empieza a contarte su vida, cosa que a ti, francamente, no te interesa... -¿Y tú qué?
-Yo bien, ahora iba a quedar con unos amigos y eso
-Oh, guay. Entonces no te interrumpo más. ¡Encantado de haberte visto!
-¡Igualmente!

...
¡Al fin se fue!

Ahora, supongamos que con quien te encuentras no es un humano, sino un robot que te mantiene la misma conversación.:
-¡Hombre! ¡Cuánto tiempo!
-¡Dios, no te había visto! ¿Qué tal? ¿Cómo te va?
-Bien, tu sabes... ¿Y tú qué?
-Yo bien, ahora iba a quedar con unos amigos y eso
-Oh, guay. Entonces no te interrumpo más. ¡Encantado de haberte visto!
-¡Igualmente!


Bien, ahora voy a ser yo quien mantenga una disputa conmigo misma acerca de este tema:
-Ahí tenemos ambos casos ¿Qué diferencias encuentras entre cada uno, el hombre y el robot?
-Pues mira, tú, sí que han dicho lo mismo, sí, pero yo estoy segura totalmente de que el humano lo decía de corazón, y el robot simplemente lo decía, no lo sentía
-Entiendo tu postura, pero ahora oye tú la mía, a ver qué te parece:

Cuando amas a alguien y le dices "te amo" estás completamente seguro de que lo que dices es o no es cierto; cuando él/ella te ama y te dice "te amo" ¿quién más que él/ella mismo/a sabe si es verdad o mentira? ¿Acaso no podría mentirte y decirte que te ama aunque en realidad no lo sienta? ¿Qué diferencia hay entre que un robot te diga "te amo" a que una persona sea la que diga "te amo" sin ser cierto?
¿Cómo sabemos que esa persona está tan contento de vernos? Quién sabe, él también iba mirando el móvil distraído hasta que te miró a los ojos y decidió ponerte una sonrisa y actuar educadamente. ¿Acaso no podría estar igual de disgustado por verte y, por ello, disimular alegría por el inoportuno encuentro?
Nunca llegaremos a conocer los verdaderos pensamientos de las persona que no seamos nosotros mismos. Y no deberíamos.

Ahí dejo la cuestión.